miércoles, 5 de marzo de 2014

Acerca de tropiezos, caídas y revanchas


                       "Pase lo que pase, sea lo que sea. Próxima Estación: Esperanza..." Manu Chao


Pensar un problema es nutrirlo, convertirlo en un gigantesco laberinto para abordarlo de una buena vez. Es esperar lo mejor de él con el objeto de dar lo mejor de nosotros.

Ella entendió la dificultad del desafío, pero de todos modos emprendió contra este dirigiendo toda la fuerza de su esencia. Se chocó con un obstáculo disfrazado de profesora cuya carencia de sentimiento llevó a la docente a refugiarse en un papel de imbécil y con la arrogancia como arma se lanzó a que el mundo le pague lo que ella considera que el mundo le debe y a tratar a sus “alumnos” (porque para ella sus estudiantes son alumnos, lo cual etimológicamente significa gente sin luz) como cosas pequeñas que no alcanzan.

La rechazó. Le dijo que no, que ella no servía para este oficio. Que piense en otra cosa, que haga otra cosa. Tal vez la visualizó como una simple ama de casa con su marido y sus hijos, un papel que ella no iba a aceptar en lo más mínimo.

El rechazo agigantó el problema, y ante la adversidad fue ella la que se volvió gigante. Y de pronto el mundo fue testigo de una hermosa batalla: ella contra el problema, ella con su sueño y su sonrisa como bandera.

Ese mismo mundo también atestiguará su auge, su talento y las miradas de asombro de su público en una noche en donde ella le declarará su amor perpetuo al escenario y juntos entenderán que son uno solo, que no hay arrogancia, ni rechazos, ni caídas capaces de separarlos. Que la misma madera con la que fue construido es la que servirá de base para su vitrina, que en 1985 mostrará el primer premio Oscar ganado por un largometraje argentino.

La misma estudiante rechazada será nominada, cuatro años más tarde, en la categoría mejor actriz de reparto y después de 16 años formará parte de otra producción nominada, instalando su talento en la mirada mundial de un mundo que, al verla actuar, llorará lágrimas de rocío hacia la misma tierra que sirvió como punto de apoyo para su caída.

Porque se cayó y se levantó con toda la fuerza de un talento que necesitaba explotar.

Porque los que nunca se cayeron, los que jamás sufrieron, los que nunca fueron rechazados, no entienden de desafíos y mucho menos de revanchas. No entienden que la vida es una contradicción caminando y que, en realidad un tropiezo no es otra cosa más que un impulso hacia adelante.

Los que nunca perdieron no saben lo que se pierden.




Guille

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